lunes, 11 de julio de 2011

La lluvia y yo

Estoy casi segura que el cielo complotea contra mí. Las lluvias empezaron el día de mi cumpleaños. Difícil de olvidar aquel jueves 30 de Junio que llovió desde las 6 de la mañana y no paró hasta salir el sol del día siguiente, aún en ese amanecer del viernes un goteo parecía querer decir que no dejaría de llover jamás. Ese día maldije a la lluvia 100 veces y al día siguiente llovió de nuevo al atardecer. Así cada día llovía a las 6:00 de la tarde en punto, y yo me quejé. Le dije al cielo, “cabrón, más vale que dejes de llover a la hora de la salida, que se complica todo”. Y no llovió a las 6:00, llovió a las 5:00 de la tarde dejando todo inundado y con muchos obstáculos para volver a casa. Y me volví a quejar. Al día siguiente, llovió a las 4 de la tarde pero no paró hasta pasadas las 7, complicándolo todo de nuevo y al día siguiente llovió a las 3. Hubiera estado bien, pero era viernes y ¿a qué hora salía yo? A las 3. Una maldición más.

 

El sábado no llovió. No llovió mientras me mantuve resguardada, pero basto que diera un paso fuera de mi casa cuando un aguacero mojó mi hermoso cuerpecito en menos de 20 segundos, cuando entré a la casa de mis suegros, había parado de llover, y la lluvia no volvió.  El domingo llovió hasta la madrugada, ¿a quién le importaba qué lloviera un domingo en la noche? A nadie, y si llovió tan tarde fue porque el cielo se cansó de esperar a que saliera a la calle.

 

Hoy, parecía que no llovería. Y entonces el cielo se burló nuevamente de mí. Dije: “hora de irme” y se soltó un aguacero infernal. Dije: “me quedo un rato hasta que pare” y dejo de llover. Guardé mis cosas, ordené el cajón, al sacar la llave del cerrojo y tomar mi mochila, empezó a llover, encendí la computadora de nuevo y pensé: “me quedaré un rato más hasta que pare lo suficiente para llegar al autobús”. Dejó de llover. Me asomé por la ventana, regresé a mi lugar, revisé mis cosas nuevamente y me dispuse a salir, volvió a empezar a llover. Me volví a sentar con la idea de leer algo mientras “paraba” la lluvia. Desde entonces no deja de llover y más que parar, cada vez llueve más fuerte. Ahora estoy jodidísima. Ha llovido tan fuerte que cuando pare –si para- todo estará lo suficientemente inundado para no permitirme llegar a casa, como aquel jueves, como el martes que le siguió, como hoy.

 

Odio la lluvia, y maldigo al cielo que se burla de mí. El cuervo estaba muy equivocado, pues “sí, siempre lloverá”. Hoy que por fin llegue temprano, seguramente estaré aquí hasta las 10:00 de la noche, eso si el cielo en algún momento decide apiadarse de mí.

 

Yo sé que tiene que llover, pero es inadmisible que teniendo 24 horas en el día, el muy hijo de puta decida descargar a las pinches 6 de la tarde.