Este fin de semana estuvimos muy tranquilas reposando mi tifoidea en casa, y afortunadamente, algunos de nuestros amigos vinieron a hacernos compañía y a filosofar un rato. Entre muchas cosas, surgieron temas como casarse, tener hijos, aceptar empleos, salir de casa de los padres, las relaciones de pareja, las relaciones con amigos, enfrentar las decisiones que una persona toma con el resto del mundo y demás. Todas las conversaciones tuvieron en común la importancia de las decisiones que tomamos en la vida: como personas, profesionistas, parejas, amigos y demás, y después de estar en huelga de blog por un par de semanas, decidí escribir un poco sobre esto.
"La libertad, al fin y al cabo, no es sino la capacidad de vivir con las consecuencias de las propias decisiones. " James Mullen
Decidir significa elegir una entre varias opciones. Pasamos la vida tomando decisiones, desde lo que vamos a vestir cada día, hasta las personas con las que queremos compartir ese día a día, lo que haremos para trabajar… en fin, cada día decidimos al menos un par de cosas, más o menos importantes, más o menos trascendentes, más o menos definitivas e incluso más o menos difíciles. Decidir siempre implica riesgos y también un costo que debemos ser capaces de asumir, y eso es lo que empieza a complicar este fino arte.
Nuestras decisiones, al provenir de seres humanos que conviven con otros, suelen influir en la vida o las decisiones a tomar por otras personas, y las consecuencias comienzan entonces a alcanzar proporciones y alcances que dejan de involucrar sólo a nuestra persona en sí, y eso genera que la ansiedad y duda que tenemos ante ciertas situaciones se potencialice ante nuestra naturaleza de, para bien o para mal, pensar en nosotros mismos y también en los demás.
Tomamos decisiones y enfrentamos decisiones de los demás. Cuando decidimos la responsabilidad es nuestra, cuando enfrentamos las de los demás, muy probablemente no haya mucha alternativa y entonces decidimos la manera de comportarnos o reaccionar ante la decisión tomada, y eso suele ser mucho más sencillo (no necesariamente menos doloroso) pues la responsabilidad inicial es de alguien más: podemos ser víctimas o héroes, pero definitivamente no somos verdugos.
Total que en el recuento de las decisiones que he tenido que tomar o enfrentar a lo largo de mi historia, creo que las que más determinantes han sido las siguientes:
• Decir a mis padres que soy gay, lo cual definitivamente ocasionó la siguiente (tampoco estoy segura de que haya sido una decisión consciente)
• Salir de casa de mis padres (ellos lo decidieron, y yo tuve que enfrentarlo)
• Dejar trabajos y tomar otros
• Dejar amigos y tomar otros
• Dejar parejas e iniciar relaciones
Y respecto a esto último, hay una frase que escuché en la serie de Sony Drop Dead Diva en donde alguien dice algo como “Estar el resto de mi vida contigo no es una decisión, porque nunca hubo duda”, y aunque al principio pensé que era una frase muy cierta, después de meditarlo un rato me di cuenta de que en mi caso al menos, no es aplicable. Suena muy lindo, suena muy romántico, pero creo que no es real. Siempre hay problemas, siempre hay diferencias y siempre hay momentos en que nos cuestionamos si será que estamos haciendo lo correcto, en que creemos estar a punto de tirar la toalla y de pronto, todo se resuelve. En mi caso, repito, estar con mi Castortuga sí es una decisión, elegir que sin importar lo difícil que pueda ser el día a día, o lo mucho en lo que no coincidimos, quiero despertar cada uno de mis días y verla a mi lado, construir una familia y “co-pilotear” la nave.
Dudas, problemas, fricciones? Miles… Lo único que nunca he dudado es si nos amamos lo suficiente para que valga la pena todo lo demás.
lunes, 29 de marzo de 2010
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En un día como hoy es fácil saber que las fricciones son lo de menos. Es más, ya ni me acuerdo de ellas, jeje. El mejor co-piloto que podía encontrar. LUI
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